Oscar Jadue Lama: Desde el Intipunku

viernes, 16 de septiembre de 2011

Desde el Intipunku

Acrilico sobre tela 1.00 X 1.30 m, 1998

La piel ardía - el sol de la montaña era potente - los verdes enrojecían. Desde el Intipunku (Puerta del Sol) el corazón de la montaña se dejaba ver descubierto – rojo – caliente – explotaba - sobre el azul Huayna Picchu. Volcán en erupción - energía desgarradora.

Gracias árboles de sombra - gracias piedras del equilibrio - gracias muro Inca.

Fotos: Patricia Verdugo

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Oscar Jadue Lama

El arte me transportó hacia otros mundos desde muy niño. Mundos amables, libres, bellos y emotivos. No recuerdo la primera obra de arte que vi, pero sí recuerdo muchas reproducciones de pinturas y esculturas religiosas que acompañaron mi primera infancia.

La imaginería, lo espiritual, lo interno, lo místico, lo simbólico y lo sublime se evocaban en aquellas obras que me llenaban de fantasías y algunos temores.

Mi experiencia estética fue más completa cuando vi por vez primera los óleos que acariciaban las telas de los grandes maestros, así como las esculturas con sus volúmenes irresistibles al tacto. Había allí tanta energía, tanta vida. Era el milagro de la creación que utilizaba al artista como un medio (medium) para dar a luz. Y quise ser otro “medium”.

Pero yo era muy joven y mi rumbo se desvió hacia otros oficios, presionado por censuras y circunstancias. Así me hice ingeniero civil químico, comerciante y empresario. Fueron años duros en los cuales sentí cómo la educación formal me ponía límites, en una maraña de reglas y amarras que oscurecían mi sensibilidad y mi intelecto.

Añorando la magia y la pureza del sentir, necesité volver a mi “centro”, para lo cual debía escapar de esa opresión en un acto que fue como lanzarme al vacío. Y me fui de Chile, en un viaje que tenía dos rutas paralelas. El viaje para conocer otras culturas y estudiar arte. Y el viaje para liberarme de las ataduras y los límites internos.

En Londres inicié el recorrido hacia mi libertad, pude des-educarme, desnudarme, reencontrarme y recuperar la confianza en mí mismo. En Francia conocí la poesía, la magia y la alquimia, mientras obtenía mi diploma de Beaux-Arts. En Túnez contacté la pureza, lo primitivo y lo divino. Y en la España del “destape” me retiré a Cataluña para digerir lo aprendido y preparar mi regreso al mágico Valle del Elqui chileno.

Quiero ser uno más de los que limpian su mente y su alma para conducir –como un medium- la energía que fluye de las personas, de los lugares sagrados o de las cosas simples. Y así dar a luz, dar vida, por medio de la pintura u otras manifestaciones del arte. Para eso vivo...